domingo, 27 de noviembre de 2011

Wishful thinking y misticismo

Al escribir Spielberg sobre ruedas, me emocioné hasta tal punto que casi llegué a incluir lo siguiente:
“Puede ser que los americanos, en comparación con los sevillanos, gocemos más de nuestros manjares, bebamos nuestra cerveza con más sed, y nos acostemos con más ganas con nuestras cónyuges, pudiendo mejor canalizar nuestro libido en amar una sola ser para siempre”.
Lo quité porque es mentira.  ¿Cómo puede ser que, cuanto menos unas gentes se dejen expresar lo sentido, mejor lo aprecian?  Esto se llama, en inglés, wishful thinking.  No me dio pena matar lo que no eran más que ilusiones.
Me costó más acabar con lo siguiente:
“El arte que más me interesa en esta etapa de mi vida surge de una voluntad creativa más allá de la humana.  No me refiero a la imaginería, aunque mi arte preferido tiene algo parecido a este: en ambos, todos somos estatuillas creadas y manipuladas por fuerzas finalmente fuera de nuestro control.  Cuánto de este drama se represente en público depende de donde uno vive, y de la relación que los lugareños tienen con su Maker (Fabricante)”. 
Lo maté porque me parecía demasiado místico.  El misticismo desentona con el periodismo.  Es tan poco concreto y por lo tanto casi imposible hacerlo justicia en este género tan humilde.  Mejor no aludir a Dios en un artículo.  Mejor que se muestre, si Él quiere, entre líneas.

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