domingo, 12 de febrero de 2012

Trabajo y placer

En ¿Adicción o afición al trabajo?, he escrito que el oficio de escribir “me engancha hasta tal punto que sueño con pasar todas mis vacaciones en una casa con vistas al mar, escribiendo durante ocho o más horas al día, los fines de semana incluidos”.

Escribir fue mero trabajo para mí cuando fui reportero.  Tenía encargos y tenía que escribirlos según la pauta enseñada.  No menosprecio la capacidad de escribir según una pauta.  No es tan fácil como parece.  Basta con leer a cualquier periódico, incluso los mejores, para comprobar que muchos escritores profesionales todavía no han conseguido asimilar lo rudimentario de su profesión.  De todas formas, escribir cómo lo enseñan las escuelas de periodismo, eso es sólo un ejercicio para un verdadero escritor, parte de su aprendizaje.

Un escritor llega a tomar placer profundo en su trabajo sólo al matar todas las pautas y reglas.  Si alguien me está obligando a escribir una cantidad específica de palabras, o sobre un asunto encargado, o todos los días, o con una fecha límite, o según un sesgo político, moral o artístico, o haciendo uso siempre del mismo estilo, eso, sí, es mero trabajo.  Siento placer siempre y cuando esté libre.  Escribo precisamente para sentirme libre.

Cuando era profesor de Redacción, para que mis alumnos disfrutaran de sentirse libre a la hora de escribir, y, al mismo tiempo, para que entendieran que escribir así tiene un rigor propio y exigentísimo, decía, “Para la semana que viene, escribid sobre algo que os ha emocionado.  Hay un solo requisito inflexible: no podéis aburrirme.  Aquellos que me aburran, tendrán que escribirlo de nuevo”.

Defino el mero trabajo como el que me limita, y por tanto el que acaba aburriéndome.  Defino el placer como el que me emociona, o al menos el que me fascina, sin fecha de caducidad.  Cada vez que me siento para escribir, me propongo el mismo criterio que proponía a mis alumnos.  Con tal de que me aburra antes que mis lectores – que sea siempre así – el criterio no me traicionará.

4 comentarios:

  1. ¿Señor, señor le pongo una antena?

    Hola John, soy un fiel seguidor de La Sevilla del Guiri, leo tus artículos con una sonrisa dibujada y luego me suele pasar que en tertulias con mis amigos carajotes (arreglamos el mundo los Jueves de 24.00 a 02.30) cuento tus peripecias y anécdotas como si yo mismo hubiera disfrutado de ellas, no me suele pasar.
    Me gusta que cuentas y la manera como lo cuentas, pienso que se debe a que percibo que te resulta muy cómico la forma de vivir de estos locos del sur posiblemente amando nuestra tierra más que muchos de nosotros.
    Bueno no te quiero aburrir y que me mandes repetirlo la próxima semana, así que por favor dame material para llamar la atención en los arreglos de los Jueves.

    Un saludo y gracias por estar al otro lado.

    ResponderEliminar
  2. Lucabrasi, gracias por tus ánimos. Lo que escribes es cierto: amo vuestra tierra – y también la gente – más que muchos de vosotros. Si no, no podría ver lo que veo, ni contarlo con ilusión. Ojalá pudiera darte materia para tu tertulia esta semana, amigo, pero no puede ser. El periódico, que antes me publicaban cada semana, ahora me publican una semana sí y otra no. ¿Hasta cuando? no lo sé. Pero voy a hacer todo lo posible para no decepcionarte en las semanas que me publiquen.

    ResponderEliminar
  3. Hola John, digamos que me llamo Alberto. Soy sevillano residente en NYC desde hace muchos años. Sigo desde hace poco tus artículos en el Diario de Sevilla, de hecho te escribí una respuesta, en inglés, la semana pasada. Hoy quería confesarte que en dos semanas seré infiel a mi mujer, dentro de dos semanas tengo cita con una mujer bella y mala a la vez; la quiero pero no debería. Ella es guapa, burlona y presumida, a veces sucia y andrajosa, a veces inmaculada... me quiere y me odia, me besa y me desprecia. Sé que no debería quererla, pero la quiero... dentro de dos semanas tengo cita con... Sevilla.

    ResponderEliminar
  4. ¡No lo hagas, Alberto! ¡No lo hagas! Ella será tu ruina. Nunca volverás más a esa otra, también sucia, incluso en su sofisticación, que te ha hecho creer que eres todopoderoso, que puedes con cualquiera, incluso Sevilla – una Madona y una Pelandusca todo en una. You’re history, Alberto. History! Nice to have known you.

    ResponderEliminar