domingo, 10 de junio de 2012

Evitando informaciones meteorológicas

Tengo un miedo mortal de aburrir a mis lectores.  Esto tiene una gran influencia en mi estilo, que es irónico, directo y anecdótico.  El hecho de que mi padre fuera articulista para la prensa popular (‘the tabloids’ se llaman en el inglés yanqui), también influye.  No le gustaron los escritores que se recreaban en descripciones, “weather reports” (información meteorológica) en su jerga periodística.  Tuvo poca paciencia para llegar al grano de cualquier texto.  Sólo soportaba que el humor o una anécdota le detuvieran.  Para él, tanto el humor como las anécdotas tenían un fin (o grano) propio, que añadían o no al grano principal sin ambigüedad.  Creía que un estilo sencillo y franco era más valiente.  Y es cierto que muchos escritores utilizan la opacidad como defensa: con tal de que nadie les entienda, nadie les puede criticar.  Y si el lector se aburre con una descripción prolongada, el escritor se consuele al pensar que este miembro de su público no es lo suficientemente culto para apreciar su prosa, o no lo suficientemente inteligente para coger el contexto subyacente.

Como escritor, esto es mi bagaje cultural.  Siempre estoy quitando los adjetivos y adverbios de mis frases, buscando verbos y sustantivos más sólidos y precisos, o el detalle perfecto para sustituir dos o tres detalles aceptables, o tachando floritura o palabras inútiles.  De tiempo en tiempo surge – como ha surgido en ¡Opá, que voy a largá! con la descripción de las tapas que mi hermano engulló – una anécdota que me da licencia libre de abandonarme a la información meteorológica.  “A big set-up only when the punch-line merits it”, mi padre podría haber dicho: un montaje pormenorizado, sólo cuando el golpe final lo merezca.

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