domingo, 11 de noviembre de 2012

El buen camino

Según mi mujer, doy la impresión de ser frio en los momentos fuertes y felices de la vida.  No dudo que tenga razón.  En vez de vivir y sentir estos momentos en el momento, los siento y los vivo después, al retratarlos por escrito.  Al sentarme ante una hoja en blanco, todo en lo que me he fijado en el momento, todo lo analizado, me ayuda a descifrar mis sentimientos, y así embellecer o ridiculizarlos, como corresponde.  Sin mi escritura, desaparecería, o no me comprendería, que es lo mismo.

Antes de empezar, en 2008, a escribir en español para los españoles, me dediqué a escribir ficción, quizás porque era el género que más leía.  Al plasmar mi obra, novelaba los momentos fuertes y felices, además de los personajes que los sentían o no.  Al encontrar, casi por casualidad, un foro, el Diario de Sevilla, que consentía publicar mi crónica real sobre un guiri – yo mismo – en Sevilla, llegó el momento de enfrentarme y hacer callar de una vez por todas a los demonios internos que me decían que en mi día a día tal como era no podría consistir la literatura.

Si el periodismo es el género en el que, ahora mismo, más rotundamente y claramente suena mi voz, entonces el método más infalible para dar con temas ricos es colocarme en escenarios con potencial de emocionarme y después observarme con despego.  Por eso, sabía de antemano que cosecharía mucha materia prima en la boda de mi hermano.  Después de separar el grano de la paja, el resultado es Boda de vírgenes.

Si quiero algún día alcanzar las alturas de la literatura, el buen camino, para mí, es dar el respeto debido a mi vida como es, e intentar hacerle justicia al contarla.  Si por este camino nunca llego a ser artista, al menos me habré refutado mi frialdad.

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