domingo, 6 de enero de 2013

La compensación

No soy partidario de pensar mucho antes de escribir.  Para mí, escribir es pensar.  Cada borrador es como otro refinamiento de mi pensamiento.  Si esbozo algo antes de escribir, esto es sólo para armarme del valor necesario para escribir.  Nada más empezar, ya no necesito el esbozo; ya no me sirve.

Empiezo a escribir con una intención y las propias palabras me llevan por otro camino.  Empiezo a escribir con una duda y las propias palabras me llevan a una resolución, o a una duda más significante.  Escribo tanto por entender bien un asunto como por no entenderlo bien.  

Empecé a escribir Sueños de un sevillano con algunos sueños de mi mujer y algunos  sueños míos, con la esperanza de que las palabras me los iluminaran.  A medida que escribía, algunos posibles significados me ocurrieron (estrafalarios, pero no por eso descartables).  En eso radica la compensación de escribir.  Escribo por las sorpresas – es decir, por la emoción, perspicacia y sensatez – que me las aporta.

Lo que más me sorprendió al escribir Sueños de un sevillano fue que cada sueño de mi mujer tenía un homólogo en mi historia personal.  No tenía la más mínima idea de que eso fuera el caso hasta que llegué al punto de desenlazar el artículo.   Mi mente inconsciente me regaló el desenlace.  Qué apropiado en un artículo sobre los sueños.

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